Capitulo IV: La Autoridad de Fe
42. ¿La Santa Biblia es de interpretación Personal?
La Palabra de Dios no es de interpretación individual. Solo los apóstoles de Cristo y sus continuos sucesores, que han guardado el depósito de la tradición oral, sin interrupción (de generación en generación), están autorizados a interpretar la sagrada Biblia a la luz del Espíritu Santo y de acuerdo a los signos de los tiempos. Por eso San Pedro, nuestro primer Papa nos dice: "Pero, ante todo, tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios". (II Pedro 1,20-21).
La errada idea de la libre interpretación personal de la Biblia, tan promocionada por Martín Lutero, y tan difundida por el protestantismo, es la causa principal de las divisiones entre las comunidades surgidas en la reforma protestante (cf I Timoteo 1,6); pues cada vez que se les ocurre a alguien una nueva (o torcida) interpretación de algún pasaje bíblico; aparece una nueva secta, esa es la principal causa que no exista la unidad (tan requerida por Cristo en Juan 17,11-23), por esas interpretaciones particulares es que surgen, cada día, nuevas sectas o novedosas denominaciones (contradictorias entre sí) y nuevas fracturas entre los protestantes. Lamentablemente seguirán dividiéndose, mientras no exista en ellas, la analogía de la fe, tan requerida en Rom 12,4-16. Por “analogía de la fe” entendemos la cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación. Es decir, las verdades reveladas, se complementan y tienen que tener coherencia con el plan de Dios (I Timoteo 1,3-5; Eclesiastés 3,11-16).
Respaldados en las Cartas de San Pedro, para los Católicos, “...La interpretación de la Escritura, queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar la Palabra de Dios” (CIC # 119).
43. ¿La Biblia es la única autoridad de fe?
Sabiendo que Jesús de Nazaret, fundo su única y suficiente Iglesia, sobre sus doce Apóstoles y les dejó a ellos todo Poder y Autoridad (Lucas 9,1; Mateo 10,40), nos damos cuenta que la Biblia no es la única autoridad de fe, porque el Magisterio de la Iglesia (Mateo 28,20; II Pedro 1,20-21), junto a la Biblia (Mateo 7,26-27; II Timoteo3,16- 4,4; Santiago 1,21-27.) y la Tradición Oral (cf Tes 2,15; Cor 11,2) son las principales autoridades que Jesús instituyó.
Primeramente Jesucristo invistió de poder y autoridad a Pedro y a los apóstoles (Marcos 3,16; Lucas 10,18-20), y a sus sucesores los obispos y presbíteros (cf Hechos 15,22) , la Iglesia existió antes que el Nuevo Testamento se escribiera, de hecho, los miembros de la Iglesia son quienes cumple la misión de escribir, reunir y canonizar las Sagradas Escrituras del Nuevo Testamento. Todos los creyentes debemos obediencia primeramente a Dios, para alcanzar las bienaventuranzas “Y si vosotros obedecéis puntualmente a los mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Yahveh vuestro Dios y sirviéndole con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, yo daré a vuestro país la lluvia a su tiempo…” (Deuteronomio 11:13).
Junto a la Biblia (tradición escrita) es importante la tradición oral, como lo dice la Palabra, son los fundamentos de la fe cristiana: "Así pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta" (II Tes 2,15) . San Juan nos relata que: "Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Éstas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre" (Juan 20,30-31). Y luego añade: "Aunque tengo mucho que escribirles, prefiero no hacerlo con papel y tinta, sino que espero ir a verles y hablarles de viva voz, para que nuestro gozo sea completo" (II Juan 0,12).
Como hemos analizado, es mucho lo que Cristo y sus discípulos indicaron solo a viva voz (cf Juan 21,25), y San Pablo en II Tes 2,15 y en II Tim 1,13-14 se nos manda a guardar, creer y practicar esas orientaciones a viva voz (a eso llamamos la tradición cristiana), que la Iglesia ha mantenido, de generación en generación, y está recopilada en escritos de los primeros discípulos de los apóstoles, y en la liturgia.
En algunas traducciones de la Biblia, que usan los protestantes, no siempre traducen el vocablo griego "paradosis" como correctamente corresponde "Tradición" sino que en los pasajes que se condena alguna tradición por ser contraria a la fe, si la traducen bien (Tradición), pero cuando en un pasaje bíblico se habla de las buenas tradiciones cristianas que debemos guardar, traducen el mismos vocablo " Paradosis" como "instrucción" o "doctrina", lo cual cambia y tuerce el sentido de la Escritura, siendo que en griego (el lenguaje de N.T) instrucción se escribe "paideia" y doctrina se escribe: didace, didescalia, o eterodidaskaleo, ninguna de ellas sinónimo de (tradición). Los mismos Sectarios en sus primeras versiones de la reina-Valera traducían: "Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mi y conservais las Tradiciones (Paradosis) tal como os la he transmitido" (1 Corintios 11,2). Otras citas, para profundizar el tema de la tradición, son: I Cor 11,23; II Tes 3,6; Fil 4,9; I Tim 6,20; II Tim 2,2; II Juan 0,12 y III Juan 0,14.
La Iglesia Católica, es custodia del deposito de la fe (oral y escrita) y ambas tradiciones son muy importantes para poder entender la voluntad de Dios. Por ejemplo la Iglesia ha entendido el Antiguo Testamento según las interpretaciones que Jesús dejo a sus discípulos, gracias a la tradición oral, ya que el evangelio no cuenta que fue lo que dijo textualmente, pero respalda la enseñanza de la Iglesia aludiendo que fue directamente Cristo quién nos lo develó: "Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras" (Lucas 24,27). Y los discípulos desde un principio valoraron tanto las Escrituras, como el testimonio de lo que vieron y oyeron: "Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído" (Hechos 4,19-20).
Los Apóstoles nos enseñan que junto a la Escritura van la doctrina y la pedagogía pues la Iglesia es Maestra de la Palabra: "Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para convencer, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena. Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestación y por su Reino: Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas" (II Tim 3,16- 4,4). En esto consiste el Magisterio de la Iglesia, en que Dios nos encargo la misión de enseñar: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28,19-20). Por esto San Pablo alaba a quienes guardan las tradiciones que son conforme a la enseñanza de los apóstoles (cf I Cor 11,2) es decir a los que estamos en comunión con el magisterio de la Iglesia.
La Biblia nos manda a obedecer a Dios sobre todas las cosas (Deut 11:13), obedecer a sus profetas y a sus sucesores: “Lo mismo que obedecimos en todo a Moisés, te obedeceremos a ti. Basta con que Yahveh tu Dios esté contigo como estuvo con Moisés”. (Josué 1:17). Dios se complace en quien obedece sus palabras (I Samuel 15:22), “Pedro y los apóstoles contestarón: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. (Hechos 5:29). Por eso debemos “Predicar la obediencia de la fe” como lo hace San Pablo en Romanos 1:5. Pidamos a Dios poder se dóciles a la Jerarquía de la Iglesia como lo pide su Santa Palabra: “Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas como quienes han de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y no lamentándose, cosa que no os traería ventaja alguna”. (Hebreos 13:17).
44. ¿Que garantiza la sucesión de los Apóstoles en la Iglesia?
Si Cristo es verdadero, y sabemos que lo es, siempre (en todo día, año y tiempo) su Iglesia tiene y tendrá en sus obispos auténticos sucesores de los apóstoles, que jamás caerán en error o apostasía, porque Jesús prometió a sus discípulos y a sus sucesores, estar presente en la medio de la Iglesia hasta el fin asistirlo: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado; Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28,18-20). Dios manda a obedecer a sus Profetas y a sus Sucesores (Números 27:20). Y por misión dada por Cristo a los Apóstoles de Confirmar en la fe (Hechos 8:14), ellos delegaron sobre sus sucesores Obispos, Presbíteros y diáconos (Hechos 6:6, Hechos 13:3). Quienes siempre contarán con el Auxilio de Dios, por la Oración que Jesús hace a favor de San Pedro y sus sucesores: “Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.» (Lucas 22:32). "Cada uno de los obispos, por su parte, es el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares" (LG 23). Como tales ejercen "su gobierno pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada" (LG 23), asistidos por los presbíteros y los diáconos. Pero, como miembros del colegio episcopal, cada uno de ellos participa de la solicitud por todas las Iglesias (cf. CD 3), que ejercen primeramente "dirigiendo bien su propia Iglesia, como porción de la Iglesia universal", contribuyen eficazmente "al Bien de todo el Cuerpo místico que es también el Cuerpo de las Iglesias" (LG 23). Esta solicitud se extenderá particularmente a los pobres (cf. Ga 2, 10), a los perseguidos por la fe y a los misioneros que trabajan por toda la tierra.
La garantía de está perfecta sucesión es la perenne presencia de Cristo en su Iglesia, su promesa de siempre poder vencer al mal ( Mateo 16,18), su asistencia por medio del Espíritu Santo, su perfecta mediación ante el Padre por su Iglesia, porque se la prepara como esposa pura y santa (cf Efesios 5,27), y en su oración por sus discípulos, avala la sucesión de generaciones: "No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, para que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Juan 17,20-21).
La Biblia habla de la Sucesión Profética: “Respondió Yahveh a Moisés: «Toma a Josué, hijo de Nun, hombre en quien está el espíritu, impónle tu mano” (Números 27:18). “Ungirás a Jehú, hijo de Nimsí, como rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, le ungirás como profeta en tu lugar”. (I Reyes 19). La Sucesión en el Ministerio Sacerdotal: “Esto mandó Yahveh que los israelitas les dieran el día en que los ungió, como decreto perpetuo de generación en generación”. (Levítico 7:36). Y la sucesión apostólica: “Entonces oraron así: «Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido, para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que Judas desertó para irse adonde le correspondía.» (Hechos 1:24). Para quienes creemos que la oración de Jesús es efectiva y perfecta mediación ante Dios Padre, tenemos que creer que su Iglesia es una para todas las naciones y ha de mantenerse unida en un mismo sentir, con una sola interpretación de la palabra para que el mundo crea, que es Santa (cf Efesios 5,27) sacramento de Dios para toda la humanidad, eso significa Católica (de todos los pueblos y razas), que es apostólica (heredera de los primeros discípulos y guardiana de sus palabras y escritos, según 2 Tes 2,15) y que está sujeta a la autoridades delegadas por Jesús hasta que el vuelva el gloría (Mateo 16,18-19), por eso la llamamos romana, porque es dirigida por los sucesores de San Pedro, que fijaron su residencia en Roma.
45. ¿Qué es la Apostasía?
La apostasía es un horrible pecado, de una persona que habiendo sido creyente en Cristo y bautizado en su única Iglesia, después de abrazar la fe en el Señor, se eche atrás y reniegue de la fe en Cristo y su santa Iglesia, sobre lo que el Señor nos alerta: "Dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.» (Lucas 9,62). Por eso debemos perseverar en nuestra fe católica en Cristo encarnado, crucificado y resucitado, librarnos de todo engaño, revisando todo lo que la Santa Biblia dice respecto a cada tema, para no equivocar o torcer, el sentido del Libro Sagrado, no vasta con proclamar que Cristo sea nuestro único y suficiente salvador; el Reino de los cielos es para los que hagamos con perseverancia la voluntad de Dios; “El cual, dará a cada cual según sus obras: a los que, por la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad: vida eterna” (Romanos 2,7) pues las referencias Bíblicas, hay que entenderlas según su contexto, atentos y cuidadosos como lo manda la Biblia: "¡Mirad, hermanos!, que no haya en ninguno de vosotros un corazón maleado por la incredulidad que le haga apostatar de Dios vivo" (Hebreos 3,12).
La Apostasía es abandonar la fe en Jesucristo dejar su Iglesia, dejar de creer en Dios, para ser ateo o para ser politeísta, o para vivir como si Dios no existiera (paganismo) o para seguir falsas creencias, religiones, filosofías o ideologías contrarias al Evangelio revelado por Jesucristo, quien nos dice: «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial" (Mateo 7,21). “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. (Lucas 21,19). El Amor a Dios, ha de manifestar plena fidelidad, no tener falsos dioses, que nos desvíen del camino de la santidad, necesario es renunciar a todos ídolos; superstición, hedonismo, vicios, codicia, indiferencia, lujuria, paganismo y a toda ocasión de pecado que nos arrastre a la perdición eterna. Correspondemos al amor de Dios, profesando con el corazón y con las obras, las verdades de fe, que la Santísima Trinidad nos ha revelado en Jesucristo, Dios encarnado, y en viviendo dignamente, nuestra incorporación por el Bautismo, al Cuerpo Místico del Salvador, que es la Iglesia Católica.
En II Tesalonicenses 2:2-4 San Pablo revela la venida del anticristo (el Hijo de perdición) y la apostasía, que preceden al retorno glorioso de Cristo Jesús. Sobre lo cual, personas por una imaginación exacerbada o movidos por espíritus de engaño, han creado teorías conspirativas, fabulas para desprestigiar a las autoridades de la Iglesia de Jesús, acusándolas y calumniándolas continua y sistemáticamente. Veamos el texto: “Que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestro ánimo, ni os alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está inminente el Día del Señor. Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición el Adversario que, se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios.” (IITesalonicenses 2:2-4). Veamos el contexto: “Muchos seductores han salido al mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el Seductor y el Anticristo. (II Juan 0:7). Aclaremos El Impío pretende sentarse en El Templo de Dios, no en la Cátedra de San Pedro, Jesucristo garantiza que las fuerzas del infierno no prevalecerán contra Pedro y sus sucesores. El Templo de Dios es el corazón del hombre (I Corintios 6:19), lamentablemente ya en muchos corazones reina la negación de la encarnación de Jesucristo, es decir la apostasía de los anticristos.
46. ¿Cristo si Iglesia no? ¿Qué Importancia tiene la Iglesia?
La Iglesia es importante para los verdaderos discípulos del Señor Jesús, por ser una institución requerida, instituida y organizada por la voluntad de Dios. Al cuestionamiento de algunos cismáticos diciendo que solo Cristo es necesario y la Iglesia no, porque se tiene la opción de una relación personal con Dios; les responde el Señor edificando una sola Iglesia "… y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia …" (Mateo 16,18), dando poder a la única Iglesia, que es importante porque es el Cuerpo Místico del verdadero salvador, "… Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo" (Efesios 5,23). La Iglesia si es de radical importancia porque "Así los puso Dios en la Iglesia, primeramente como apóstoles; en segundo lugar como profetas; en tercer lugar como maestros; luego, los milagros; luego, el don de las curaciones, de asistencia, de gobierno, diversidad de lenguas" (I Corintios 12,28).
Aunque dolorosamente la Iglesia es despreciada por algunas personas, es la amada del Jesucristo bíblico, "… Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada" (Efesios 5,25-27), quién le da el poder y la comisión de evangelizar, distribuir las gracias; de ser maestra y pastora de toda la creación: «Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio hijo" (Hechos 20,28), y a la cual le garantizó la victoria "…edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella …" (Mateo 16,18). Todos los creyentes en Cristo debemos creer y obedecer a la Iglesia, porque Jesús dijo: "En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida" (Juan 5,24) Y luego añade a los miembros de su Iglesia: «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado» ( Lucas 10,16) por tanto quienes rechazan a la Iglesia rechazan a quién la edificó, y adquirió con su Divina Sangre, a quién diariamente nos advierte: «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. (Mateo 7,21)
47. ¿Porque seguir Tradiciones cuando Jesús las condenó?
Es cierto el Señor condenó las tradiciones que inventaron las sectas de los Fariseos y Saduceos (cf Mc 7,5-13; Gal 1,14; Col 2,16-23), porque enseñaban doctrinas que estaban en contradicción con el amor que debemos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Pero Jesús no condena todas las tradiciones, sino sólo aquellas que no tienen fundamento en la verdad reveladas por nuestro Dios. Jesús y sus apóstoles predicaron a viva voz, y la recopilación de esas santas enseñanzas, se les denomina "la tradición apostólica, así como a escritos de los "Padres de la Iglesia", sobre estos fundamentos, San Juan nos advierte: "En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre" (I Juan 2,24). La tradición oral de la Santa Iglesia, se apoya en los escritos bíblicos de los primeros discípulos de Jesús y de sus apóstoles, que datan de los primeros siglos de la cristiandad, por eso San Pablo refiriéndose a las tradiciones apostólicas nos escribió: "Así que, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta" (II Tes 2,15). "Hermanos, os mandamos en nombre del Señor Jesucristo que os apartéis de todo hermano que viva desordenadamente y no según la tradición que de nosotros recibisteis" (II Tes 3,6). "Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido" (I Corintios 11,2).
Además la tradición va respaldada por el testimonio de los miembros idóneos de la Iglesia a quienes se les a confiado de generación en generación, para seguir los buenos ejemplos de vivencia de la fe enseñada, como se refiere San Pablo: "Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar a otros" (II Tim 2,2). Otras citas bíblicas que respaldan lo expuesto: Dt 32,7; Pr 22,28; Mt 10,20; Lc 10,16; Jn 16,12-13; II Tim 1,13-14; Col 4,7-10. Por "tradición viva" de la Iglesia se entiende la liturgia, la predicación, la catequesis, el arte... que son algunos canales por los cuales se transmite la verdad revelada. Las obras escritas de los Padres de los primeros siglos de la Iglesia, que fueron discípulos directos de Jesús, de los apóstoles y de los escritores del nuevo testamento.
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