martes, 17 de agosto de 2010

"Cuando estés celoso de mi gloria en el santuario, entonces haré que las calles sean seguras para mi pueblo".

Querido padre Tomás:

En un día frío de invierno en Nueva Inglaterra, dos amigos míos, Bruce y Maureen Smith, me llevaban en su auto al aeropuerto. Mirábamos
continuamente por la ventana preguntándonos si el avión podría despegar. Era un día oscuro, gris, nublado y tan frío
que hasta granizaba.

El avión finalmente despegó y en pocos segundos se elevó sobre las nubes. La escena era paralizante. Tan lejos como los ojos podían ver, había filas y filas de nubes blancas onduladas matizadas con resplandores de un sol dorado.

Esto, pensé es lo que cada hora santa debería ser. "Yo soy la Luz del Mundo" (Jn 8,12). Jesús es la Luz. El Santísimo Sacramento es Jesús. El Santísimo Sacramento es la Luz del mundo. Los pensamientos negativos y depresivos no vienen de Él sino de Su adversario.

Cada momento que se pasa en Su Presencia debería influenciar y cambiar nuestra mente de lo negativo a lo positivo. El amor es positivo. "Dios es amor" (1 jn 4,8). Jesús es Dios, por lo tanto, el Santísimo Sacramento es Amor. El poder de este amor está por encima de todo. Así como el avión, el pensamiento nos lleva de lo oscuro, frío y nublado a la cálida, despejada luz del amor positivo.

Con cuanta frecuencia oímos decir a la gente que esta o aquella persona es "insegura". Todos somos inseguros. Encontramos nuestra seguridad en la profundidad de su Amor Eucarístico. Esta es la lección de la fiesta de hoy. San Juan se vio a si mismo como "el que Jesús amaba" y se recostó en Su Corazón. En la primera Eucaristía, Juan "se recostó sobre el pecho de Jesús" (Jn 13,23). Así es como conseguimos nuestra seguridad, recostándonos sobre el Corazón de Cristo. Cuando nos recostamos en nosotros mismos, nos
vemos en la oscuridad de nuestra naturaleza humana caída y por consiguiente somos inseguros.

Recostémonos sobre el Corazón de Cristo, nos vemos a nosotros mismos a la luz de Su Amor Eucarístico. Una sola gota de agua tiene todo el derecho de sentirse insegura. Esa misma gota de agua puesta en un cáliz del vino que se convierte en la Preciosísima Sangre
de Jesús, tiene un valor infinito.

Separados de Su amor, no somos nada y debemos sentirnos inseguros. Unidos a Su Corazón tenemos el valor infinito de una gota de agua que se convierte en vino
y que es transubstanciada en la preciosísima Sangre de Jesús.

La soberbia nos sitúa fuera de Cristo. La humildad nos muestra nuestro valor infinito en Cristo, redimidos con Su Sangre, protegidos con Su Amor. Entonces estamos muy seguros.

No es que Jesús amaba más a Juan sino que Juan estaba más receptivo al amor personal que Jesús le tenía. Por esto se vio a si mismo como "aquel a quien Jesús amaba". Él sabia, poseía apertura y valoró el amor personal de Jesús. En El Redentor del Hombre, nuestro Santo Padre nos dice que esto es lo que debemos hacer.

Juan Pablo II afirma que nuestro amor personal por Jesús en el Santísimo Sacramento debe ir junto con nuestro amor comunitario por Jesús en la Santa Misa, para que nuestro amor pueda ser completo. El continúa diciendo que "El empeño esencial... es el perseverar y el avanzar constantemente en la vida eucarística, en la piedad eucarística, el desarrollo espiritual en el clima de la Eucaristía".

Así como uno no puede estar expuesto al sol sin recibir sus rayos, tampoco podríamos estar en la Presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento sin recibir Sus rayos Divinos y crecer espiritualmente a la luz de Su amor. Una hora santa es recostarse sobre el Corazón de Jesús Es una lección del Maestro que nos dice que cada uno de nosotros es "aquel a quien Jesús ama".

Es por esta razón, que cada católico debería decirle con vehemencia a todo evangélico y fundamentalista: "Yo tengo una relación personal con Jesús, mi Salvador".

¿Cómo puede uno desarrollar una relación personal con alguien que no está presente? El Santísimo Sacramento es Jesús en persona. "Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor" (Jn. 12,26).

Hay una larga fila de buenos servidores con el nombre de Juan, que como el Apóstol Amado, lo siguen adonde Él está en el Santísimo Sacramento.

El Papa Juan XXIII, en su autobiografía El Diario de un Alma declara que su objetivo era hacer frecuentes visitas al Santísimo Sacramento, donde encontraba seguridad. Esto lo convirtió en el Papa alegre que el mundo llegó a amar.

El Papa Juan Pablo I... encontró su seguridad en la Presencia del Santísimo Sacramento, donde prefería estar en lugar de recibir los aplausos y las alabanzas del mundo. Cuando le preguntaban por qué sonreía tanto, él contestaba: "Porque Jesús en el Santísimo Sacramento me ama mucho".

El Papa Juan Pablo II ora dos horas santas diarias y, según un cardenal muy allegado a él, hace por lo menos veinte visitas al Santísimo Sacramento cada día.

El obispo John Magee de Clone, Irlanda... el único en la historia que ha sido secretario de tres papas, estableció la adoración perpetua en la mayoría de las parroquias de su diócesis y las vocaciones se han triplicado en los últimos tres años. Su hermano Cahil Magee difunde la adoración perpetua por toda Irlanda, donde hay más de cien parroquias con adoración perpetua.

San Juan Neumann... presentó la devoción de las cuarenta horas a los sacerdotes de Filadelfia. La idea fue rechazada porque se pensó que seria demasiado peligroso debido a los “no-nada" ("no-nothings"), un grupo de hombres que aterrorizaban a cualquier inmigrante de Europa. Las horas de la noche, eran las que se pensaban, serian demasiado riesgosas.

Una semana después de la presentación se originó un incendio en la casa del obispo. Su oficina se quemó íntegramente con todo lo que tenía, excepto un par de papeles que quedaron en el suelo sin ser tocados por el fuego.

El obispo los miró maravillado. Eran sus planes para la devoción de las cuarenta horas. Después Jesús le habló: "Si yo puedo salvar un par de papeles sin valor de la furia del fuego, cuánto más protegeré a la gente que venga a adorarme en el Santísimo Sacramento". Tan pronto como la devoción de las cuarenta horas empezó a difundirse, los "no-nada" se
desbandaron.

El padre John Randell recibió el mismo mensaje del Señor mientras hacia su hora santa frente al Santísimo Sacramento. Abrió la Biblia en Ageo y Zacarías y leyó estas palabras: "Cuando estés celoso de mi gloria en el santuario, entonces haré que las calles sean seguras para mi pueblo". El padre John interpretó el "celo" como adoración perpetua. El estaba en una zona plagada de crímenes en el centro de Providence, Rhode Island. La gente se mudaba de la parroquia porque no era un lugar seguro.
El obispo pensaba cerrar la parroquia cuando el padre John recibió este mensaje. Ahora es una floreciente parroquia y el vecindario se ha convertido en un lugar seguro gracias a la adoración perpetua.

El testimonio del padre John inspiró al obispo Profugio de Lucena a hacer lo mismo. Él ha dado testimonio de que la adoración perpetua salvó a su diócesis del comunismo que amenazaba con destruirla.

John Mackenzie... lo primero que hace cada mañana cuando se despierta es agradecer a Jesús por el amor personal que le tiene en el Santísimo Sacramento y por llamarlo a Manila a estudiar para ser Misionero del Santísimo Sacramento.

Fraternalmente tuyo en Su Amor Eucarístico,
Mons. Pepe

Las otras Cartas del Libro para descargar:




1. Dichosos los que no han visto y han creido.doc

2. La parte buena.DOC

3. La mejor de todas las homilías.DOC

4 .Poder verdadero.DOC

5. Mendigando amor.DOC

6. Imitación.DOC

7. Restauración.DOC

8. Su Preciosísima Sangre.DOC

9. Santidad.DOC

10. Transformación.DOC

11. Conexiones.DOC

12. Reparación.DOC

13. Salvación.DOC

14. Herencia.DOC

15. Rosas en la nieve.DOC

16. Intimidad.DOC

17. Seguridad.DOC

18. En presencia de la grandeza.DOC

19. Visión eucarística.DOC

20. Para alguién especial.DOC

21. Compasión.doc

22. Un lugar en la posada.doc

23. Tesoro escondido.doc

24. Rey de amor.doc

25. Divina Misericordia.doc

26. Corona de Gloria.doc

27. Inocencia.doc

28. Sacramento de Amor.doc

29. Corazón compasivo.doc

30. El sol que baila.doc




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