miércoles, 18 de agosto de 2010

"Vencedora de la muerte y del pecado, estás, oh Virgen María, sentada junto a Cristo"

"Vencedora de la muerte y del pecado, estás, oh Virgen María, sentada junto a Cristo"
I. LA PALABRA DE DIOS
II. APUNTES
III. LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA
IV. PADRES DE LA IGLESIA
V. CATECISMO DE LA IGLESIA
VI. MÁS MATERIAL DE CONSULTA

I. LA PALABRA DE DIOS

Ap 11,19a; 12,1.3-6a.10ab: "Apareció en el cielo una mujer vestida del sol, la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su
cabeza"
«Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; Y apareció otra señal en el cielo: un gran
Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas
siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del
cielo y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se detuvo delante de
la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera
a luz. La mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las
naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y
hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar
preparado por Dios. Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo:
"Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro
Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de
nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro
Dios"».
Sal 44,10,b,c.11-12.ab.16: "De pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de Ofir"
1 Cor 15,20-27a: "Cristo resucitó como primicia de entre los muertos"
«¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron. Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por
un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que
en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo. Pero cada
cual en su rango: Cristo como primicias; luego los de Cristo en su
Venida. Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después
de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad. Porque debe
él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último
enemigo en ser destruido será la Muerte. Porque ha sometido todas las
cosas bajo sus pies.»
Lc 1,39-56: "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso"
«En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a
Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó
de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y
exclamando con gran voz, dijo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a
mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo
el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas
que le fueron dichas de parte del Señor!"
Y dijo María: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por
eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre
y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le
temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios
en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a
los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos
sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -
como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su
linaje por los siglos".
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.»

II. APUNTES

San Juan refiere una visión, un fenómeno cósmico extraordinario (1ª. lectura): «una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una
corona de doce estrellas sobre su cabeza». También aparece la figura de
un gran dragón rojo, símbolo de un poderoso imperio antagónico a Dios
(ver Jer 51,34; Is 51,9-10; Ez 29), que desencadena su furia contra los
elegidos, «los astros del cielo» (ver Dn 8,10).
El dragón se detiene delante de la Mujer, con la intención de devorar al Niño que está a punto de dar a luz. Esta evidente actitud de
confrontación y oposición trae a nuestra memoria el pasaje del
'protoevangelio': «Enemistad pondré entre ti y la Mujer, y entre tu
linaje y su linaje» (Gén 3,15).
La muerte intenta devorar al Niño, mas Dios lo "arrebata" hasta su trono, haciéndolo partícipe de su poder y gloria. Es Cristo, a quien la muerte no pudo retener en su
dominio. Resucitado de entre los muertos, ascendió a los Cielos. Su
victoria es total, y con su triunfo se anuncia la salvación para toda
la humanidad.
San Pablo (2ª. lectura) explica la íntima conexión que existe entre la resurrección de Cristo y la nuestra. Si por Adán nos vino la muerte, por Cristo nos viene la resurrección. Su
Victoria sobre el mal y la muerte es también nuestra victoria. Él ha
resucitado como primicia, y en Cristo y por Él también nosotros
resucitaremos cuando Él vuelva glorioso al final de los tiempos.
Mas la resurrección ha sido ya anticipada en el caso de la Mujer: "la Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular
en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de
los demás cristianos" (Catecismo de la Iglesia Católica, 966).
¡Por algo María es llamada "bendita entre todas las mujeres"! (Evangelio) Ella es la Mujer anunciada desde el principio, Mujer cuya descendencia
pisaría la cabeza de la serpiente como signo de triunfo sobre el poder
del mal y de la muerte. Ella es llamada "feliz", y lo es
verdaderamente, no sólo por haber sido elegida por Dios y regalada con
gracias especiales para realizar su vocación y llevar a cabo su misión
de ser «la Madre de mi Señor», sino también por su libre cooperación y
respuesta generosa a Dios y a sus designios reconciliadores: «he aquí
la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra.»
En su favor el Poderoso ha hecho grandes maravillas. También ha obrado esas maravillas en favor nuestro por medio de María. Es por ello que
todas las generaciones la llamarán bienaventurada, rindiéndole
agradecidas un filial y amoroso homenaje.

III. LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

Santa María asunta a los Cielos es para nosotros, hijos de la Iglesia peregrinante, un signo de esperanza que brilla intenso en el horizonte,
signo que nos atrae, nos alienta y anima a seguir sus huellas y caminar
juntos y confiadamente hacia donde Ella se encuentra gloriosa junto a
su Hijo resucitado.
¡El triunfo de María nos llena de esperanza! Sí, al mirarla gloriosa tenemos la certeza confiada de que también nosotros, bajo su guía y cuidado maternal, avanzamos hacia la
transfiguración gloriosa de nuestras existencias, hacia la plena
participación del amor y comunión de Dios, hacia la gloria definitiva y
máxima felicidad que sólo Dios puede dar al ser humano.
Pero María, asunta a los Cielos, no se desentiende del destino terreno y eterno de sus hijos e hijas. ¡Todo lo contrario! Ella, desde el Cielo,
ejerce activamente su misión maternal. Enaltecida y glorificada al lado
de su Hijo, nos acompaña intercediendo por nosotros, alentando nuestra
esperanza y confianza en las promesas de su Hijo, invitándonos a vivir
con visión de eternidad, cuidándonos, protegiéndonos, educándonos con
sus palabras y el ejemplo de su vida entregada al amoroso y servicial
cumplimiento del Plan divino.
La Mujer que ahora y por toda la eternidad ve plenamente colmada las esperanzas de su terreno peregrinar, nos invita también a nosotros a ser hombres y mujeres de
esperanza para tantos que en el mundo de hoy carecen de esperanza. De
este modo, todo hijo/a de María esta llamado/a a ser signo de esperanza
para muchos, apóstol que lleve a cuantos más pueda al encuentro con el
Señor resucitado.

IV. PADRES DE LA IGLESIA

San Germán de Constantinopla: «Cuando dejaste la tierra, evidentemente subiste al cielo; pero debo decir que antes no estabas excluida de los
cielos, y que después, al elevarte por encima de los coros celestiales,
mostrándote muy superior a las creaturas terrestres, no dejaste la
tierra; en verdad, al mismo tiempo embelleciste los cielos e iluminaste
la tierra con una gran claridad, ¡oh Madre de Dios! Tu vida en este
mundo no se tornó extraña a la vida celestial; tu tránsito tampoco ha
modificado tus relaciones espirituales con los hombres. Por eso,
podemos estar bien seguros de que así como durante tu estadía en este
mundo permanecías junto a Dios, tu cambio respecto de la condición
humana no ha sido motivo para que abandones a los que están en el
mundo. Todos oímos tu voz, y todas nuestras voces llegan a tus oídos
atentos; tú nos conoces cuando nos socorres y nosotros reconocemos tu
auxilio siempre magnífico, y que nada -hablo de tu muerte- ha podido
constituir un obstáculo para el conocimiento mutuo entre tú y tus
servidores».
San Germán de Constantinopla pone en labios del Señor Jesús: «Es necesario que donde yo esté, también estés tú, Madre inseparable de tu Hijo».
San Bernardo: «Un precioso regalo envió al cielo nuestra tierra hoy, para que, dando y recibiendo, se asocie, en trato feliz de amistades, lo humano a lo divino, lo
terreno a lo celestial, lo ínfimo a lo sumo. Porque allá ascendió el
fruto sublime de la tierra, de donde descienden las preciosísimas
dádivas y los dones perfectos. Subiendo, pues, a lo alto, la Virgen
bienaventurada otorgará copiosos dones a los hombres. ¿Y cómo no dará?
Ni le falta poder ni voluntad. Reina de los cielos es, misericordiosa
es; finalmente, Madre es del Unigénito Hijo de Dios. Nada hay que pueda
darnos más excelsa idea de la grandeza de su poder o de su piedad, a no
ser que alguien pudiera llegar a creer que el Hijo de Dios se niega a
honrar a su Madre o pudiera dudar de que están como impregnadas de la
más exquisita caridad las entrañas de María, en las cuales la misma
caridad que procede de Dios descansó corporalmente nueve meses».

V. CATECISMO DE LA IGLESIA

¿Qué afirma el dogma de la asunción de María?
966: «Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta
en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina
del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de
los Señores y vencedor del pecado y de la muerte» (LG 59). La Asunción
de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la
Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los
demás cristianos».
María y su relación con los demás miembros de la Iglesia
967: «Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la
Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es "miembro muy
eminente y del todo singular de la Iglesia", incluso constituye "la
figura" ["typus"] de la Iglesia».
968: «Pero su papel con relación a la Iglesia y a toda la humanidad va aún más lejos. "Colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su fe,
esperanza y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los
hombres. Por esta razón es nuestra Madre en el orden de la gracia"».
969: «"Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y
que mantuvo sin vacilar al pie de la Cruz, hasta la realización plena y
definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su asunción a los
cielos no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos
con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna... Por eso
la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de
Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (LG 62)».

VI. MAS MATERIAL DE CONSULTA

Magisterio Pontificio

Dogma de la Asunción de Santa María

El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.
Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:
"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la
Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey
inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para
aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de
toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los
bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos,
declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada
Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida
terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".
Ahora bien, ¿por qué es importante que los católicos recordemos y profundicemos en el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María
al Cielo? El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica responde a este
interrogante:
"La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos" (#966).
La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la relación
que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de
María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla
en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es eso: una anticipación
de nuestra propia resurrección.
Más aún, la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo es un Dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío XII hablando "ex-cathedra". Y ...
¿qué es un Dogma? Puesto en los términos más sencillos, Dogma es una
verdad de Fe, revelada por Dios (en la Sagrada Escritura o contenida en
la Tradición), y que además es propuesta por la Iglesia como realmente
revelada por Dios.
En este caso se dice que el Papa habla "ex-cathedra", es decir, que habla y determina algo en virtud de la autoridad suprema que tiene como Vicario de Cristo y Cabeza Visible
de la Iglesia, Maestro Supremo de la Fe, con intención de proponer un
asunto como creencia obligatoria de los fieles Católicos.
El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (#966) nos lo explica así, citando a Lumen Gentium 59, que a la vez cita la Bula de la
Proclamación del Dogma: "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada
libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida
en la tierra, fue llevada a la gloria del Cielo y elevada al Trono del
Señor como Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su
Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte".
Y el Papa Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre la Asunción, explica esto mismo en los siguientes términos:
"El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos
tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo
se anticipó por singular privilegio" (JP II, 2-julio-97).
"Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera
criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la
plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la
resurrección de los cuerpos" (JP II , Audiencia General del 9-julio-97).
Continúa el Papa: "María Santísima nos muestra el destino final de quienes `oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (Lc. 11, 28). Nos estimula a elevar
nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra Cristo, sentado a la
derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava de Nazaret,
ya en la gloria celestial" (JP II, 15-agosto-97)
Los hombres y mujeres de hoy vivimos pendientes del enigma de la muerte. Aunque lo enfoquemos de diversas formas, según la cultura y las
creencias que tengamos, aunque lo evadamos en nuestro pensamiento,
aunque tratemos de prolongar por todos los medios a nuestro alcance
nuestros días en la tierra, todos tenemos una necesidad grande de esa
esperanza cierta de inmortalidad contenida en la promesa de Cristo
sobre nuestra futura resurrección.
Mucho bien haría a muchos cristianos oír y leer más sobre este misterio de la Asunción de María, el cual nos atañe tan directamente. ¿Por qué se ha logrado colar
la creencia en el mito pagano de la re-encarnación entre nosotros? Si
pensamos bien, estas ideas extrañas a nuestra fe cristiana se han ido
metiendo en la medida que hemos dejado de pensar, de predicar y de
recordar los misterios, que como el de la Asunción, tienen que ver con
la otra vida, con la escatología, con las realidades últimas del ser
humano.
El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos para reflexionar sobre el sentido de nuestra vida aquí en la tierra, sobre
nuestro fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la
Santísima Virgen María y los Angeles y Santos del Cielo. El saber que
María ya está en el Cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha
prometido a aquéllos que hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la
esperanza en nuestra futura inmortalidad y felicidad perfecta para
siempre.

La celebración de la Fiesta de la Asunción

La fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María, 15 de agosto; también llamada en los viejos libros de liturgia Pausatio, Nativitas
(por el cielo), Mors, Depositio, Dormitio S. Mariae. Esta fiesta tiene
un doble objetivo: (1) la feliz partida de María de esta vida; (2) la
asunción de su cuerpo al cielo. Es la fiesta principal de la Sagrada
Virgen.
EL HECHO DE LA ASUNCIÓN
En relación al día, año, y modo en que murió Nuestra Señora, nada cierto se conoce. La referencia literaria más antigua de la Asunción se encuentra en un
trabajo griego, De Obitu S. Dominae. De todos modos, la fe católica
siempre derivó su conocimiento de este misterio de la Tradición
Apostólica. Epifanio (m. 403) reconoce que no sabe nada definitivo
sobre el tema (Haer., lxxix, 11). Las fechas asignadas varían entre 3 y
15 años luego de la Ascensión de Cristo. Dos ciudades proclaman ser el
lugar de la partida: Jerusalén y Éfeso. La opinión general favorece a
Jerusalén, donde se muestra su tumba; pero algunos argumentan a favor
de Éfeso. Durante los seis primeros siglos nada se supo sobre la tumba
de María en Jerusalén.
La creencia en la asunción del cuerpo de María se funda en el tratado apócrifo De Obitu S. Dominae, que lleva el nombre de San Juan, y que pertenece de todos modos al
siglo cuarto o quinto. También se encuentra en el libro De Transitu
Virginis, falsamente imputado a San Melito de Sardes, y en una carta
apócrifa atribuida a San Dionisio el Aeropagita. Si consultamos a los
genuinos escritores de Oriente, este hecho es mencionado en los
sermones de San Andrés de Creta, San Juan Damasceno, San Modesto de
Jerusalén y otros. En Occidente, San Gregorio de Tours (De gloria
mart., I, iv) es el primero que lo menciona. Los sermones de San
Jerónimo y San Agustín para esta fiesta, de todos modos, son apócrifos.
San Juan el Damasceno (P. G., I, 96) formula así la tradición de la
Iglesia de Jerusalén:
San Juvenal, Obispo de Jerusalén, en el Concilio de Calcedonia (451), hace saber al Emperador Marciano y a Pulqueria, quienes desean poseer el cuerpo de la Madre de Dios, que
María murió en presencia de todos los Apóstoles, pero que su tumba,
cuando fue abierta, a pedido de Santo Tomás, fue hallada vacía; de esa
forma los apóstoles concluyeron que el cuerpo fue llevado al cielo.
Hoy, la creencia de la asunción del cuerpo de María es Universal tanto en Oriente como Occidente; de acuerdo a Benedicto XIV (De Festis B.V.M.,
I, viii, 18) es una opinión probable, cuya negación es impía y blasfema.

LA FIESTA DE LA ASUNCIÓN

Existe también una gran incertidumbre respecto al origen de esta fiesta. Probablemente se trate del aniversario de la dedicación de alguna
Iglesia, más que la fecha real del aniversario de la muerte de Nuestra
Señora. Que se originara en tiempos del Concilio de Éfeso, o que San
Dámaso la introdujera en Roma, son sólo hipótesis.
De acuerdo a la vida de San Teodosio (m. 529) se celebraba en Palestina antes del año 500, probablemente en Agosto (Baeumer, Brevier, 185). En
Egipto y Arabia, por otra parte, se mantuvo en Enero, y dado que los
monjes de las Galias adoptaron muchos usos de los monjes egipcios
(Baeumer, Brevier, 163), hallamos esta fiesta en las Galias en el siglo
sexto, en Enero [mediante mense undecimo (Greg. Turon., De gloria
mart., I, ix)]. La Liturgia Gala la fija el 18 de Enero, bajo el
título: Depositio, Assumptio, or Festivitas S. Mariae (confrontar las
notas de Jean Mabillon en la Liturgia Gala, P. L., LXXII, 180). Esta
costumbre permaneció en la Iglesia de las Galias hasta el momento de la
introducción del Rito Romano. En la Iglesia Griega, parece que algunos
mantuvieron la fiesta en Enero, como los monjes egipcios; otros en
Agosto, con aquellos de Palestina; por lo cual el Emperador Mauricio
(m. 602), si es correcto el relato de "Liber Pontificalis"(II, 508),
fijó la fiesta para el Imperio Griego el 15 de Agosto.
En Roma (Batiffol, Brev. Rom., 134) la única y más antigua fiesta de Nuestra Señora era el 1 de Enero, la octava del nacimiento de Cristo.
Celebrada primeramente en Santa María la Mayor, más tarde en Santa
María de los Mártires. Las otras fiestas son de origen Bizantino. Louis
Marie Olivier Duchesne piensa (Origines du culte chr., 262) que antes
del séptimo siglo ninguna otra fiesta se guardaba en Roma, y en
consecuencia, la Fiesta de la Asunción, hallada en los sacramentales de
Gelasio y Gregorio, es un agregado apócrifo hecho en el siglo séptimo u
octavo. De todos modos, Probst brinda (Sacramentarien, 264 sqq) fuertes
y buenos argumentos que prueban que la Misa de la Santísima Virgen
María, hallada el 15 de Agosto en el rito Gelásico, es genuina, desde
el momento que no hace mención a la Asunción corporal de María; esto
muestra, por lo tanto, que la fiesta era celebrada en la Iglesia de
Santa María la Mayor en Roma, por lo menos en el siglo sexto. Él
prueba, más aún, que la Misa Sacramental Gregoriana, tal como la
tenemos, es de origen Gálico (dado que la creencia en la Asunción
corporal de María, bajo la influencia de los escritos apócrifos, es más
antigua en Galia que en Roma), y que ésta suplantó la antigua Misa
Gelásica. Para la época de Sergio I (700) esta fiesta era una de las
principales festividades en Roma; la procesión comenzaba en las puertas
de la Iglesia de San Adrián. Siempre fue un doble de la primera clase y
un Día Sagrado de precepto.
La octava fue agregada en 847 por León IV; en Alemania esta octava no se celebraba en varias diócesis en la época de la Reforma. La Iglesia de Milán no la aceptó
hasta la actualidad (Ordo Ambros., 1906). La octava es privilegiada en
la diócesis de las provincias de Sienna, Fermo, Michoacán, etc.
La Iglesia Griega continua esta fiesta hasta el 23 de agosto inclusive, y en algunos monasterior del Monte Athos se prolonga hasta el 29 de
agosto (Menaea Graeca, Venice, 1880), o así lo era antiguamente. En la
diócesis de Bavaria el día treintavo de la Asunción (una especie de
recuerdo del mes) se celebraba durante la Edad Media, el 13 de
septiembre, con el Oficio de la Asunción (doble); en la actualidad,
sólo la Diócesis de Augsburgo ha mantenido esta vieja costumbre.
Algunas de las diócesis de Baviera y las de Brandenburgo, Mainz y Frankfort mantienen el 23 de septiembre como la “Fiesta de la Segunda Asunción”,
o los “Cuarenta Días de la Asunción” (doble) creyendo, de acuerdo a las
revelaciones de Santa Elisa de Schönau (m. 1165) y de San Bertrand, O.
C. (m. 1170), que la Santísima Virgen María fue llevada al cielo a los
cuarenta días luego de su muerte (Grotefend, Calendaria 2, 136). Las
Brigidinas guardan la fiesta de la “Glorificación de María” (doble) el
30 de agosto, desde que Santa Brígida de Suecia dijo (Revel., VI, l)
que María fue llevada al cielo quince días después de su partida
(Colvenerius, Cal. Mar., 30 Aug.). En América Central, se celebra una
fiesta especial, “La Coronación de María en el Cielo” (doble mayor) el
18 de agosto. La ciudad de Gerace, en Calabria mantiene 3 días
sucesivos el rito de doble de primera clase, conmemorando el 15 de
agosto la muerte de María, y el 16 de agosto, su Coronación.
En Piazza, en Sicilia, hay una conmemoración de la Asunción de María (doble de segunda clase) el 20 de febrero, que es el aniversario del
terremoto de 1743. Una fiesta similar (doble mayor con octava) se sigue
en Martano, Diócesis de Otranto, en Apulia, el 19 de Noviembre.
Nota del traductor: Mediante la promulgación de la Bula Munificentissimus Deus ("Dios, que es sumamente magnánimo") el 1 de Noviembre de 1950, el
Papa Pío XII declaró en forma infalible que la Asunción de la Santísima
Virgen María era un dogma de la Fe Católica. De la misma manera, el
Concilio Vaticano II enseña en la Constitución Dogmática Lumen Gentium
que “la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado
original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada en
cuerpo y alma a la gloria del Cielo, y exaltada por el Señor como Reina
sobre todas las cosas (n. 59)”.
FREDERICK G. HOLWECK
Transcrito por Janet Grayson
Traducido por Angel Nadales
http://www.enciclopediacatolica.com/

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